El cuerpo es sagrado porque en él podemos, con diligencia y persistencia, llegar a experimentar directamente la jerarquía de Dios y la confusión de los deseos del ego. A través del cuerpo podemos estudiar y destruir en su raíz las ilusiones e iniciativas del ser social, el ser que tomo por mi ser y es sólo el vapor del ego». Jacob Needleman
Dentro de cada uno de nosotros yace una fuerza primordial, una energía que nos impulsa hacia nuestro origen, hacia nuestra naturaleza esencial. Sin embargo, para experimentar plenamente esta fuerza, debemos practicar una observación tranquila y consciente.
La Observación Tranquila
La práctica de la observación nos invita a prestar atención a nuestro mundo interno y al mundo que nos rodea. Al comenzar este viaje de autoexploración, descubrimos que lo primero que escuchamos es el ruido proveniente de nuestras percepciones del entorno. Los sonidos, las voces, los estímulos del entorno crean una sinfonía caótica en nuestra mente.
Sin embargo, si afinamos nuestra atención un poco más, comenzamos a escuchar el ruido de nuestros propios pensamientos y emociones. Este flujo constante de ideas y sentimientos puede resultar abrumador, pero al observarlo con ecuanimidad, nos acercamos más a nuestra verdadera naturaleza.
Tras el ruido de nuestras percepciones y pensamientos, surge una respiración que trasciende la quietud y el silencio. Esta respiración es el movimiento en su estado más puro, presente incluso en los momentos de calma. Comprendemos entonces que el movimiento se origina en la quietud, y solo aquellos que entienden la verdadera naturaleza de la quietud pueden comprender plenamente el movimiento. Al sumergirnos en la fuente que reside en la quietud, nos conectamos con la esencia misma del movimiento, encontrando así un sentido más profundo de conexión con nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
Más allá de las palabras
El silencio también juega un papel fundamental en este proceso de autoconocimiento. Muchas veces, hablamos sin comprender verdaderamente el significado de nuestras palabras, sin captar la esencia que se halla en su interior. Sin entender el silencio, la fuente misma de las palabras, nos perdemos en la superficialidad de la comunicación. es solo al comprender el poder del silencio que podemos darle verdadero significado a nuestras expresiones verbales.
En nuestra sociedad actual, el movimiento se convierte en una huida de nuestra propia quietud y silencio. Tememos enfrentarnos a la profundidad de nuestro ser y nos sumergimos en una actividad constante para evitar el encuentro con nosotros mismos. Sin embargo, para experimentar plenamente la vida, debemos encontrar un equilibrio entre la quietud y el movimiento, entre el silencio y las palabras. Cuando nos resulte difícil mantenernos en silencio, podemos optar por expresarnos de otra forma, eligiendo nuestras palabras con cuidado.
Del mismo modo, cuando la quietud se nos hace complicada, podemos elegir el movimiento apropiado que nos permita avanzar y crecer en armonía con nuestro entorno.
La práctica de la observación tranquila nos invita a descubrir la fuerza original que reside en nuestro interior. A través de la escucha atenta, podemos percibir el ruido de nuestras percepciones externas e internas, y trascenderlo para descubrir la fuerza original que nos impulsa hacia nuestra naturaleza esencial.
Al comprender la relación entre la quietud y el movimiento, y entre el silencio y las palabras, encontramos un camino hacia la plenitud y la autenticidad.
Jorge Díaz
Dirijo los grupos de Trabajo y enseñanzas de Gurdjieff en Akhaldan desde 2007. Conocí el trabajo en 1998, fue a través de una persona a la que tenía gran admiración y estima. “Relatos de Belcebú a su nieto” fue mi puerta de entrada al trabajo. Fui buscando el trabajo en diferentes grupos por todo el mundo y profundizando en la práctica de los movimientos durante años. La línea de John Bennett siempre me ha dado una perspectiva fresca y dinámica del trabajo.
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