El mundo externo que percibimos no es, en esencia, el verdadero mundo exterior. Es una proyección de nuestra realidad interna. En este contexto, es imperativo encontrar un equilibrio entre la imaginación y la realidad. Cada individuo tiene una percepción única de su entorno; somos seres excepcionales compartiendo este efímero momento.

Experimentar un instante implica estar conectado con la vida, el cosmos y diversos niveles de existencia. Podemos concebir el universo en múltiples dimensiones, aunque no siempre podamos experimentarlo directamente y a voluntad.

La Singularidad de la Percepción

El ser humano encarna una dualidad, capaz de realizar tanto las acciones más sublimes como las más burdas. La realidad se sitúa en un punto intermedio, integrando ambas dimensiones simultáneamente. Estas son las dos esferas en las que coexistimos. Evadir una en favor de la otra o sucumbir a la automatización representa una regresión, aunque dicho nivel es también necesario. Debemos meditar entre ambos planos. Es en este punto intermedio donde hallamos el presente, esta experiencia inmediata de unidad. Si alguna de las tres fuerzas no está presente, nada acontece.

Al expandir y dividir nuestra atención, nos volvemos menos automáticos y comenzamos a descubrir nuevas posibilidades. Nuestro sentimiento empieza a operar y, con el tiempo, podemos mantener una atención dividida en nuestra conciencia.

Mantener esta división de atención requiere presencia en el trabajo de nuestro centro motor. Es comparable a cuando reflexionamos sobre cómo ejecutamos una acción: saltar, correr. Tal vez necesitemos detenernos o incluso tropezar, ya que la mente ordinaria no puede procesar a la velocidad necesaria para seguir el propio movimiento. Así se desarrolla el trabajo del centro de acción, nuestro centro motor.

La importancia de la observación

El trabajo con los Movimientos de Gurdjieff nos permite realizar una observación simultánea del mundo exterior e interior, transitando entre ambas vidas. Para lograrlo, es fundamental observarnos a nosotros mismos.

Observarse a sí mismo implica un ejercicio de separación, un contacto íntimo entre la mente y la sensación de uno mismo. En los Movimientos, para alcanzar la autoconciencia, es necesario que la mente esté presente, que la sensación esté presente, y que el sentimiento esté presente, este último aún fuera de nuestro control. Sin embargo, cuando la sensación y la atención del pensamiento coinciden, puede surgir un momento de unidad.

Es entonces cuando puede darse la observación, obteniendo un espacio significativo para vivir la vida interior y exterior simultáneamente. Es gracias a la observación que esto se materializa.

La importancia de la atención

Todo depende de la atención. La razón por la cual no tenemos más observaciones es la carencia de atención. Al no poseer suficiente atención, comenzamos, tenemos un atisbo, elegimos un momento, pero vemos que no perdura y se desvanece. Este es un trabajo que requiere paciencia; el cultivo de la atención demanda tiempo.

Participar en el trabajo de los Movimientos permite que la comprensión adquirida durante una clase se traslade a otros aspectos de la vida cotidiana, como conducir, caminar por la calle o asistir al cine.

Es en estos momentos cuando nuestro pensamiento y otras funciones comienzan a operar en armonía, aproximándonos a un despertar.

Jorge Díaz

Jorge Díaz

Dirijo los grupos de Trabajo y enseñanzas de Gurdjieff en Akhaldan desde 2007. Conocí el trabajo en 1998, fue a través de una persona a la que tenía gran admiración y estima. “Relatos de Belcebú a su nieto” fue mi puerta de entrada al trabajo. Fui buscando el trabajo en diferentes grupos por todo el mundo y profundizando en la práctica de los movimientos durante años. La línea de John Bennett siempre me ha dado una perspectiva fresca y dinámica del trabajo.

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