La humanidad se encuentra sumergida en un estado de ceguera hacia su verdadero propósito. Vivimos atrapados en un ciclo de acciones inmediatas, reacciones automáticas y una comprensión superficial de lo que es la realidad. La posmodernidad ha dado lugar a lo que podría considerarse la «civilización del nihilismo”, donde los principios fundamentales, las orientaciones trascendentes se han ido debilitando. Esta condición, que J.G.Bennett denominó «ceguera hacia la eternidad«, es el obstáculo fundamental para nuestro desarrollo. No se trata simplemente de ignorancia intelectual o falta de conocimiento, sino de una incapacidad esencial para percibir las dimensiones profundas de la existencia que trascienden el tiempo y el espacio.

¿Qué es la Ceguera hacia la Eternidad?

Es un fenómeno que aparece cuando el ser humano no es capaz de acceder a los aspectos más elevados y universales de la realidad. Estamos tan inmersos en  detalles y circunstancias inmediatas de la vida cotidiana que olvidamos la existencia de un orden superior, de una conexión entre nuestras acciones y el propósito universal.

Las percepciones se limitan al mundo de las cosas, a lo que podemos ver, tocar y medir. Sin embargo, la eternidad  permanece fuera de nuestra comprensión. La incapacidad de percibir esta dimensión es el núcleo de nuestra fragmentación como individuos y como especie.

La Fragmentación del Ser

El ser humano contemporáneo está dividido internamente, fragmentado entre deseos, emociones y pensamientos que tiran en direcciones opuestas. Esta división no es casual ni meramente psicológica, digamos, es el resultado directo de nuestra desconexión con realidades superiores. En nuestra condición actual, somos incapaces de ver más allá de nuestras necesidades inmediatas y de nuestras identidades personales. Nos identificamos con nuestra personalidad —esa traje que ha sido y hemos ido diseñando y adornando a lo largo de los años— y olvidamos que en nuestro interior reside una esencia que anhela ser descubierta.

Esta fragmentación nos hace vulnerables a la vida mecánica, a las reacciones automáticas que gobiernan nuestro comportamiento. En lugar de actuar con una voluntad consciente, respondemos a los estímulos externos sin cuestionar su origen o significado. Y así es como perpetuamos nuestra ceguera hacia la eternidad, que nos mantiene atrapados en un círculo de causas y efectos inmediatos que no nos conducen a ningún tipo de evolución real.

La Necesidad de Ver Más Allá del Tiempo

Superar esta ceguera no es tarea fácil. No basta con acumular más conocimiento intelectual ni con intentar “ser más conscientes” en el sentido común del término. Ver más allá del tiempo y acceder a la eternidad,  requiere de una transformación radical de nuestra percepción. Este proceso no es instantáneo, sino gradual, y sucede a través de la autoobservación y el trabajo consciente.

La autoobservación es el primer paso hacia el despertar. Aunque este proceso no es tan simple, digamos que se trata de observarnos a nosotros mismos tratando de no identificarnos con lo que vemos. Al hacerlo, comenzamos a notar ciertos patrones repetitivos que son los que gobiernan nuestra vida diaria, esos automatismos que nos mantienen atados al tiempo y a la materialidad.

Cada vez que nos observamos de manera objetiva, abrimos una pequeña brecha en la ceguera que nos impide ver la realidad completa. Pero esta brecha solo se amplía si somos capaces de sostener esta observación a travès de esfuerzos constantes, sin caer en el juicio ni en la autoindulgencia.

Participar Conscientemente en el Drama Cósmico

Este darse cuenta a la eternidad no es un fin en sí mismo, sino una forma de ser partícipe  conscientemente en lo que podemos llamar el Drama Cósmico. Este drama no es una representación simbólica o una metáfora espiritual, sino la estructura misma del universo, donde cada ser ocupa un lugar y una función dentro de un proceso mayor. Cada uno de nosotros tiene un papel en este drama, pero mientras estemos ciegos a la eternidad, actuaremos como autómatas, repitiendo acciones sin entender su propósito ni su impacto en el todo.

La evolución consciente solo es posible cuando dejamos de ser esclavos de las causas inmediatas y empezamos a alinearnos con estos principios universales. Esto requiere ver más allá de los eventos particulares y reconocer el flujo subyacente de las leyes cósmicas que determinan la existencia.

La verdadera tragedia de la ceguera hacia la eternidad es que nos priva de la posibilidad de  una realización plena. Mientras sigamos atrapados en la visión limitada del tiempo y el espacio, nuestra capacidad de transformación estará severamente restringida. No podemos esperar alcanzar un estado superior de ser si permanecemos indiferentes a las realidades que están más allá de nuestro alcance inmediato.

El Despertar como Necesidad

El despertar no es un lujo reservado a unos pocos, ni un proceso místico fuera del alcance del ser humano común. Es, en última instancia, una necesidad, que requiere, eso si, de esfuerzos constantes. Si queremos desarrollarnos y evolucionar, es decir,  cumplir nuestro papel en el drama cósmico, debemos comenzar a ver más allá de los confines del tiempo. La evolución personal y colectiva sucede cuando cada uno de nosotros se compromete a participar conscientemente en el proceso de espiritualización de la existencia.

Para empezar, debemos reconocer que nuestra percepción está limitada y que esta limitación es la fuente de nuestra fragmentación. Solo a través del trabajo consciente podemos trascender esta condición y tener acceso a la eternidad que, aunque invisible, siempre ha estado presente como el fondo sobre el cual se despliega todo lo que somos y hacemos.

Jorge Díaz

Jorge Díaz

Dirijo los grupos de Trabajo y enseñanzas de Gurdjieff en Akhaldan desde 2007. Conocí el trabajo en 1998, fue a través de una persona a la que tenía gran admiración y estima. “Relatos de Belcebú a su nieto” fue mi puerta de entrada al trabajo. Fui buscando el trabajo en diferentes grupos por todo el mundo y profundizando en la práctica de los movimientos durante años. La línea de John Bennett siempre me ha dado una perspectiva fresca y dinámica del trabajo.

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