En nuestra vida diaria, a menudo utilizamos recursos valiosos sin siquiera darnos cuenta. La energía que impulsan nuestras acciones, se derrama a través de nuestras rutinas como el agua de un grifo mal cerrado. Pero, ¿y si pudiéramos ser los maestros de nuestras acciones, los directores de la orquesta de nuestras vidas?
Nuestra percepción del espacio y el tiempo, desvelan cómo nuestra percepción de la realidad está intrínsecamente ligada a la escala de nuestras experiencias y no a las dimensiones físicas o los relojes que marcan las horas.
Imagina que cada día al despertar, tienes una cierta cantidad de energía a tu disposición. Ahora, piensa en cómo a menudo, sin darnos cuenta, gastamos esa energía en acciones innecesarias. Un ejemplo claro es la tensión que ejercemos en nuestros rostros con nuestras reacciones emocionales o al concentrarnos en tareas mentales, la tensión innecesaria de los músculos faciales, como fruncimos el ceño, conlleva un consumo excesivo de energía que podría evitarse.
La conexión entre el cuerpo y la mente
Esta historia comienza en la infancia, donde nuestros centros de procesamiento corporal, todavía no completamente conectados, nos permiten un movimiento y una expresión libres. Al madurar, estos centros se sincronizan y limitan esa libertad. Sin embargo, con entrenamiento, práctica y conciencia, podemos aprender a desvincular estos procesos para recuperar parte de esa libertad perdida.
La relatividad del espacio y tiempo
Si nuestro mundo se encogiera a nuestro alrededor mientras nosotros disminuyéramos a la misma escala, no percibiríamos el cambio. Esta analogía sirve para introducir la noción de que la vida se mide en experiencias, no en minutos u horas. El ‘tiempo objetivo’ es personal y se refiere a la riqueza de experiencias que caben en nuestra vida.
Se podría estimar que al cumplir los dieciocho, se nos presenta un potencial de vida que podría equivaler a siglos si sabemos gestionar nuestro tiempo y energía. Al igual que en las finanzas, no es la cantidad lo que cuenta, sino cómo la usamos.
La vida como una gestión del tiempo
En nuestra realidad actual, vivimos de forma limitada, sin pleno control sobre nuestras experiencias. Si pudiéramos dominar nuestras ‘fuentes de experiencia’, elegiríamos cómo y cuándo vivir, logrando una auténtica administración del tiempo.
La existencia, como las octavas en la música, no tiene un límite absoluto; podemos enfocarnos en aspectos específicos para enriquecer nuestras vidas. El tiempo es esa dimensión subjetiva que nos permite vivir diversas experiencias.
El tiempo podría ser considerado como la entidad suprema, una especie de ‘Dios de dioses’, y tenemos la capacidad de movernos dentro de su espectro, aunque no infinitamente. No todo está predestinado; la vida es una serie de posibilidades y eventos inesperados.
Finalmente, nuestra tendencia a consumir en exceso refleja una falta de autodominio, similar a nuestra comprensión limitada de la vida. Así como buscamos comprender la luz y el calor, debemos esforzarnos por entender la vida, un juego en el que a menudo nos encontramos tan perdidos como los animales.
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Jorge Díaz
Dirijo los grupos de Trabajo y enseñanzas de Gurdjieff en Akhaldan desde 2007. Conocí el trabajo en 1998, fue a través de una persona a la que tenía gran admiración y estima. “Relatos de Belcebú a su nieto” fue mi puerta de entrada al trabajo. Fui buscando el trabajo en diferentes grupos por todo el mundo y profundizando en la práctica de los movimientos durante años. La línea de John Bennett siempre me ha dado una perspectiva fresca y dinámica del trabajo.