En la vorágine de la vida cotidiana, atrapados en la inercia de lo inmediato, rara vez nos detenemos a observar con plena conciencia. Vemos sin realmente mirar, oímos sin escuchar, y lo más grave: existimos sin recordar quiénes somos. Este estado de automatismo nos condena a una vida mecánica, alejada de nuestra verdadera esencia.
El Trabajo nos ofrece una vía para salir de este sopor: el recuerdo de uno mismo. No se trata de una técnica psicológica más, ni de un simple ejercicio de introspección, sino de un principio fundamental de la existencia humana, digamos, un medio para lograr la integración con el orden superior del cosmos.
El recuerdo de sí no es evasión ni aislamiento. No implica huir del mundo, sino aprender a vivir en él sin identificarnos con su incesante flujo de distracciones. Es el arte de mantener simultáneamente la percepción del mundo externo y la conciencia de nuestra presencia interior. Este estado nos sitúa en el punto de encuentro entre lo externo y lo interno, entre la acción y la percepción, entre el devenir y la verdadera existencia.
El Cuerpo como Instrumento de Transformación
En este Trabajo, el cuerpo no es un obstáculo, sino el instrumento a través del cual se construyen los cuerpos superiores del ser humano. Y sin embargo, la vida ordinaria, dominada por la inercia del ego, nos mantiene atrapados en un laberinto de pensamientos errantes, emociones reactivas y sensaciones dispersas. La clave está en liberarnos de esta esclavitud a través de la atención consciente.
El Recuerdo de uno mismo exige un acto de voluntad, una renuncia a la falsa importancia personal y una entrega al principio superior que nos anima. Implica ver sin filtros lo que somos, enfrentarnos a nuestra insignificancia y reconocer que el despertar no es un derecho adquirido, sino una conquista que requiere esfuerzo sostenido.
Solo en este estado de presencia puedo comenzar a experimentar la realidad en su dimensión más profunda. Mientras el pensamiento ordinario reduce la existencia a un conjunto de conceptos vacíos, el Recuerdo de Sí abre la puerta a la experiencia directa de lo real. Es un acto de alineación con la corriente universal de la vida, un canal a través del cual la consciencia superior puede manifestarse.
Una Posibilidad Real en el Presente
Para iniciar este proceso, el Trabajo nos invita a prácticas concretas: la observación sin juicio, el cultivo de la atención libre, la renuncia a la identificación con pensamientos y emociones, y la disposición a recibir la influencia de una realidad mayor. No se trata de una empresa solitaria: el Trabajo se nutre de la ayuda de aquellos que han recorrido este camino antes que nosotros y de la fuerza de un grupo que comparte el mismo esfuerzo.
El Recuerdo de Sí no es un estado místico inalcanzable, sino una posibilidad real aquí y ahora. Pero solo aquel que está dispuesto a enfrentar la verdad sobre sí mismo podrá experimentar su poder transformador.
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Jorge Díaz
Dirijo los grupos de Trabajo y enseñanzas de Gurdjieff en Akhaldan desde 2007. Conocí el trabajo en 1998, fue a través de una persona a la que tenía gran admiración y estima. “Relatos de Belcebú a su nieto” fue mi puerta de entrada al trabajo. Fui buscando el trabajo en diferentes grupos por todo el mundo y profundizando en la práctica de los movimientos durante años. La línea de John Bennett siempre me ha dado una perspectiva fresca y dinámica del trabajo.
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